Lord
Manuell
El
Intrépido
Autor
Juan Jiménez Cantero
Aventuras
Comienzos del siglo XXI.- En un
pequeño pueblo de la costa, llamado (Sant Feliu) nació un muchacho llamado Lord
Manuell.
Era un chiquillo tenaz y muy
astuto, de corazón noble y puro, tan puro como la vida. Soñaba en ser
caballero, su atrevimiento y valentía le llevaron a increíbles hazañas y
aventuras.
Era muy joven, cuando me salvo la
vida, todo ocurrió
muy deprisa, cansado y sucio del
polvo del camino
me acerque a la orilla del río
Ter, conocido con el nombre,( río de muerte). Sus parajes eran tenebrosos, y
llenos de misterios.
Yo era forastero en aquella
región, mi desconocimiento
de aquellos parajes pudo costarme
la vida. Fue entonces cuando tan valiente joven acudió en mi ayuda.
Como si de un trueno se tratara,
surgió de entre la maleza, tan valiente muchacho, en mi ayuda.
Yo estaba desesperado ¡A mi!
Socorro, auxilio, cansado
y débil de mis andanzas, no me
percate del peligro
que me acechaba, yo desconocía
por completo el lugar,
como iba a imaginar, ¡Que! De las
profundidades
del río, un espantoso caimán me
acechaba, y que al
menor descuido me atacaría. El
revuelo de las aves me alertó, emprendiendo el vuelo ante tal situación.
Avanzaba hacia mí, sus fauces
eran tremendas, retrocedí, pero no lo suficiente como para librarme de él, sus
dientes alcanzaron mis ropas, arrastrándome hacia el interior del río. Yo
gritaba desesperado, socorro, socorro, y justo cuando el caimán me sumergía en
la profundidad del río.
Desde su caballo saltó sin
vacilar, atravesando con su espada el cráneo de aquel espantoso monstruo. Me
libró de sus fauces, y arrastrándome hacia la orilla me reanimó. Pasado el
susto nos presentamos, y en gratitud, con mi vida juré servirle, desde aquel
momento, mi valiente señor, me bautizó con el nombre
de Jhans, que significa
(desconocido)
Empezamos a conocernos y entre
tanto, el preparaba el fuego para secar mis ropas, le ofrecí un trago de vino,
a cambio el, me ofreció frutas silvestres, era lo más ajeno, en los
alrededores.
Una vez recuperado del susto, y
el estomago bien puesto, nos pusimos en marcha, pues la noche se nos echaba
encima, y la vuelta a casa quedaba muy lejos del lugar, por otra parte era muy
peligroso, hacer noche en aquello parajes, según mi señor .Y pese a no temer a
nadie ni a nada, aun así no debíamos tentar la suerte.
Galopamos tan deprisa como nos
permitía el camino.
Entre las colinas una nueva
sorpresa nos aguarda…
Un mago malvado llamado Mulddok,
señor de las bestias, ya sabía de las hazañas de mi señor, preparó
minuciosamente una emboscada, sorprendiéndonos de regreso a la aldea, pero el
relinchar de nuestros caballos nos advirtieron del peligro.
De entre los arbustos salieron
como veinte ó treinta bandidos pero la habilidad de mi señor era tal, que mis
ojos no daban crédito a su valentía, desenvainó su espada y como un relámpago
arremetió contra ellos, derrotándolos a todos.
El enojo del mago era tal que
desapareció entre la niebla, como si la tierra se lo hubiera tragado. Yo en
todo momento permanecí inmóvil, el miedo no me dejaba reaccionar. Sentí la voz
de mi señor ¡ Dijo así! Vamos sal de una vez, el peligro a pasado, y no hay
tiempo que perder.
Emprendimos el camino y desde la
colina se podía ver el valle de Llagostera, un pintoresco lugar, era el sitio
perfecto para echar raíces y comenzar una nueva vida.
Al llegar a la
aldea ¿Qué sorpresa la nuestra? El jolgorio y la alegría de las gentes, era
tal, que la tierra temblaba a nuestro paso.
Las noticias
no se habían echo de esperar, todo el mundo sabia de las nuevas hazañas
llevadas a cabo por mi señor Lord Manuell.. La alegría era tal ¡Que! El Rey
Peposof nos obsequió con un gran festín,
no faltaba de nada, abundancia de ricos manjares y vinos,
Bailes, juegos
malabares etc.
Mi señor se
presento ante el rey, en agradecimiento y cortesía, fue entonces cuando el rey,
nombró a mi señor
Caballero de
las cortes doradas. El nombramiento tuvo
Lugar allí
mismo, ante los ojos de todos los lugareños.
Arrodillaos valiente muchacho., ¡Yo el rey! En el nombre de
Dios todo poderoso, os nombro caballero
De las cortes doradas. Desde este momento sois dignos
De todo mi respeto y admiración; Dios bendiga a
Lord Manuell. Viva, hurra, las gentes lo vitoreaban.
¡Entre tanto! En la confusión de tal augurio, y avanzada la
noche, aprovechado que la hija del rey
dormía en sus aposentos. Dos hombres de aspecto
sospechoso, se las arreglaron para secuestrarla.
Al amanecer,
cuando las sirvientas entraron en los aposentos de la princesa Oshirix, y
vieron que la princesa no estaba en su lecho, asustadas gritaron
con todas sus fuerzas. ¡Mi rey! ¡Mi rey! La princesa
ha desaparecido, no está en su lecho, y en su lugar
hemos hallado este pergamino, mi señor.
El pánico se adueñó del castillo. El rey sin vacilar
Ordenó llamar de inmediato a mi señor, Lord Manuell.
La aventura se presentaba muy incierta y llena de peligros.
Pero mi señor no dudó ni un instante en partir, el creía que detrás de todo
esto, estaba el malvado señor de las bestias. El sanguinario Mulddok.
Partimos enseguida, no había tiempo que perder,
el camino era hostil
y sombrío, cabalgamos sin tregua
alguna, hasta las proximidades del reino Rumañá,
acampamos en las cercanías de las murallas de un derruido
castillo. A la mañana siguiente antes de partir, el hada del alba nos advirtió
del peligro que nos
aguardaba al otro lado del valle.
Nos ofreció un preparado mágico para protegernos
de los hechizos de la bruja, Siberina. Sus poderes eran
ilimitados, tenía la capacidad de transformar, a los
humanos en horrendos monstruos, no pareciéndole
poco, también nos entrego un talismán, era el cuerno
de un unicornio sagrado.
Yo aunque bien protegido por mi señor Lord Manuell,
aquel bebedizo me dio mas confianza en mi mismo,
miraba a mi señor, hombre de pocas palabras, pero muy seguro
de si mismo, le pregunté, señor a que nos enfrentamos esta vez. El me respondió,
nada has temer,
la razón y la verdad están de nuestra parte, y Dios nos
protege ante la maldad.
Aquellas palabras me hicieron perder todos los miedos,
Por fin, después de muchas lunas cabalgando, en lo alto de
la montaña, avistamos el castillo de Tosa, una
gran fortaleza, custodiada por un enorme dragón verde. Mi
señor exploró los
alrededores, para hallar la manera
de poder asediar el castillo.
Y así poder rescatar a la princesa Oshirix, por la parte
este era imposible acceder, los acantilados son de una
altura de vértigo, y las rocas muy resbaladizas, lo que lo
hace inaccesible. Por tanto su única entrada, es enfrentándose con el dragón.
¡Pero mi señor creía que sería mejor combatirlo desde el interior del castillo!
Esto nos ayudaría a destruir el reino del señor de las
bestias¡ Pero como entrar, sin que el dragón se alertara de nuestra presencia!
Por fortuna para nosotros, un milagro nos ilumino. Era un Pegaso el que acudió
en nuestra ayuda, la dama del Alba lo había enviado en nuestro encuentro.
Fue así como entramos al interior del castillo, a lomos del
fantástico Pegaso, el castillo de Muldddk, era un laberinto de sorpresas y
peligros, la hora de la verdad había comenzado. Mi señor y yo estábamos
dispuestos a todo, para rescatar a la princesa Oshirix, aunque en ello nos
valla la muerte.
La sorpresa nos inmovilizo durante un instante, Qualwar el
despiadado, con su hacha de doble cara nos asedió por la espalda, pero muy
hábil mi señor lo esquivo dando un salto hacia un lado, la sombra de Qualwar lo
delato, fue así como dio lugar el combate cuerpo a cuerpo entre mi señor y el
despiadado.
El combate entre ambos era sin duda alguna, a vida o muerte,
mi señor parecía desvanecerse, le faltaban fuerzas para defenderse de tan
enorme enemigo, este lo tenía acorralado, contra la pared, y cuando todo
parecía perdido mi señor aguachado, echando mano del cuerno del unicornio,
aprovechando que el malhechor levantaba su hacha para golpearlo.
Mi señor se le abalanzo, y con un golpe certero le clavó el
cuerno entre los ojos, dando así muerte al temido Qualwar. Yo por lado
intentaba averiguar en que lugar del castillo tenían oculta a la princesa. La
aventura no era nada fácil para mí, pero aprendía rápido, ya que tenía al mejor
maestro en defensa.
Entre tanto mi señor seguía luchando con la fuerza de un
huracán y hábil como el trueno, sus golpes con la espada eran certeros, no
había obstáculo que se le interpusiera, pero los malhechores aparecían por
decenas, eran como ratas, parecía que no se acababa nunca.
Por fin en el torreón mas alto, pude oír unos gemidos, sin
duda alguna eran de la princesa. Le respondí no os asustéis, mi joven doncella,
en breve os sacaremos de este infierno. Aguarde un momento, pues solo no podía
acceder a la estancia, donde se hallaba la princesa.
Tras acabar la escalera, un precipicio separaba la celda
donde se hallaba la princesa. Era cuestión de mucha habilidad y solo la
agilidad de mi señor, era quien podía poner remedio en aquella situación. Me
sorprendió con tan solo un arco y una flecha, salió airoso.
Vi como ató una cuerda al extremo de la flecha y con un
disparo certero, hizo blanco sobre la viga de madera, después el otro extremo
lo sujetó a una de las argollas que sostienen las antorchas, a las paredes del
castillo. Es así como cruzo al otro lado, una vez allí.
Abrazó a la princesa y la consoló, una vez perdidos los
temores, mi señor le explicó como tenia que sujetarse a el, para cruzar al otro
lado, al principio tuvo un poco de miedo la princesa, pero no dudó ni un
momento del valor de mi señor, y sin perder mas tiempo, se sujetó con fuerzas a
su cuello y colgada de su espalda, le respondió: estoy dispuesta, mi apuesto
salvador.
El siguiente paso era ponerla del todo a salvo, por un
momento mi señor y la princesa cruzaron sus miradas,
fueron unas miradas muy intensas, yo predigo que aquel
momento, es el principio de un amor, de eso estoy
seguro, tan seguro como me llamo Jhans.
Mi señor le dijo a la princesa que no había tiempo que
perder, ahora lo importante es ponerla salvo de una vez por todas. Mi señor
emitió un ligero silbido, y a el acudió el fantástico Pegaso. La subió a lomos
y le susurró al oído cual era su acometido. El Pegaso emprendió el vuelo, hacia
el castillo del rey Peposof.
Ahora quedaba la última y mas peligrosa hazaña, como acabar
con el dragón y el reino del malvado señor de las bestias, de una vez por
todas. Yo pregunte como íbamos hacer para llamar la atención de tal monstruo,
el ya tenia una respuesta.
¡Veras mi fiel amigo! Lo haremos de este modo, lo primero es
llamar la atención del dragón, pero lo haremos desde el interior del castillo,
así cuando nos quiera atacar, esto nos ayudará a destruir el castillo, con su
rabia y fuego, entiendes la idea amigo.
Y así mientras el dragón nos atacaba desde el interior del castillo,
a la vez con su propio fuego, iba destruyendo el castillo, de este modo
acabamos con el trono del señor de las bestias, ya por nunca mas iba a
aterrorizar ni a saquear. Una vez acabado el mayor peligro, de regreso a casa
aun nos aguardaban otros de menor importancia.
Cabalgamos hasta el reino de los unicornios, allí pasamos la
noche para reponer fuerzas y así proseguir nuestro camino, este era el único
lugar donde no sentimos seguros, sin riesgo de ser atacados, ya que nos
protegía la dama del alba.
Amaneció en aquel maravilloso mundo de ensueño y después de
un bien merecido descanso, uno se sentía soñar,
en fin era hora ya, de regresar. Mi señor decidió tomar un atajo, dijo
que así acortaríamos camino, también me dijo que conocería el valle de los
duendes, primero cruzaremos el cañón de Pedralta.
Y un poco después veras el fantástico mundo de esos
diminutos personajes, y no temas nada son inofensivos
y muy tímidos. Nos detuvimos unos instantes para que los
caballos bebieran un poco de agua fresca, nos pusimos en camino, pero lo
hicimos caminando, ya que nos encontramos a una jornada de regreso a casa.
Pero ya en la región de santa Cristina, un campamento de
soldados conspiraban contra el rey Peposof. Mi señor reconoció entre ellos al
conde Dhariux, no se lo podía creer, pero nos antepusimos a sus planes, los
sorprendimos por sorpresa, poniendo fin a tan atroz venganza.
Hicimos prisionero al conde, llevándole ante el rey Peposof,
para que este lo encarcelara de por vida. Por fin llegamos a nuestro hogar, el
rey nos recibió con todos los honores. No solo nos agradeció que salváramos a
la princesa Oshirix, también por la conspiración del conde y algunos de sus
hombres.
A tal hazaña, un nuevo festín nos esperaba, tras la fiesta,
el rey Peposof, comunico a toda la corte el feliz día que para él significaba
tal aventura, así mismo ofreció la mano de su hija la princesa Oshirix a mi
señor Lord Manuell. Por fin reina la paz en esta maravillosa villa de Sant
Feliu. ¡Viva Lord Manuell y la Princesa Oshirix! ¡Viva el rey Peposof!