El abuelo
¡Tuviera yo!
Los ojos del mañana
para ver el fruto
de tu vientre.
¡Tuviera yo!
La fuerza del sol
para poder calentar
su piel delicada.
¡Tuviera yo!
La vida a mi merced
y poderlo acariciar,
pero estas manos,
ancianas y temblorosas
no sirven, si no, que…
para recoger
las lágrimas de primavera…
la primavera que fue ayer.
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