¡Y
tú! Me dijiste adiós
Denoto fría tu presencia
y un diluvio de preguntas,
con las que me acechas,
con incandescentes miradas
me acorralas,
y sin tregua alguna
a mis respuestas,
me brindas tu espalda.
Saben bien engañar
los ojos extraños.
Saben bien mentir
los labios vecinos,
pues a esta respuesta os digo,
¡Allá tú, sorda y ciega!
Que en soledad os precipitáis
al más profundo abismo,
ya que la verdad de este corazón
sigue mi mismo camino.
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